Marena García

Nació y se crió en tierras canarias, durante años retrató piedras, capas de estratos, superficies de lava y texturas a través de la fotografía, especialmente la macro, adentrándose en el interior de los materiales. En contacto con lenguajes visuales, estudió diseño gráfico en Barcelona y viajó a lugares de inquietud paisajística como Islandia o Lanzarote. De forma innata y autodidacta comenzó una experimentación con materiales naturales, creando pigmentos orgánicos, lo que la llevó al desarrollo de su proyecto artístico. Marena García se inspira en el lugar donde vivió de niña, en la naturaleza, especialmente en los paisajes volcánicos. Le fascina la belleza árida, salvaje y austera del paisaje, que se refleja directamente en su obra. Inspirada en artistas del archipiélago, desde las figuras emblemáticas de las vanguardias, como es el caso de César Manrique, hasta artistas significativos de la corriente informalista de los cincuenta, como Manuel Millares o artistas experimentales en materiales, como Maribel Nazco.

La obra de Manera está profundamente conectada con el mundo natural e impulsada por la exploración de los diversos paisajes de la Tierra y las conexiones que establecemos con el entorno. Desarrolla una estrecha relación con las materias primas. Principalmente trabaja con arcillas salvajes, recolectadas en sesiones de vinculación con la naturaleza, tierra, arena y lo que fue de maderas expresadas en cenizas y carbón vegetal. A través del arte plástico como medio evoca una profunda sensación de conexión y contemplación, buscando establecer relaciones entre métodos tradicionales y contextos artísticos contemporáneos. Tras una exploración intuitiva experimental de los materiales, sedimenta capas de materia sobre los bastidores para dar vida a las fuerzas geológicas que nos rodean. Trabaja intuitivamente e impulsivamente de rodillas sobre el suelo, en horizontal, con una paleta en la mano, utilizando humildes herramientas de la construcción o sus propias manos. Su obra, paisajes texturizados, pone en valor la riqueza táctil y visual de la Tierra. Fiel a la textura, utiliza el gran formato en madera como soporte válido para la introspección. Prioriza la conexión entre individuo y entorno, vinculándonos con el medio natural, a través de la contemplación artística.